Eh viajado a tu ciudad y la desesperación no me deja de acompañar, de tanto que camino y no encuentro a mi niño.
Voy por un bulevar y llego hasta el mar, mis ojos se abren como platos, estas sentado en la orilla y dejas que las olas te besen los pies, tímidamente bajo tres escalones, se me hunden los pies en la arena, me acerco, te giras y nos vemos, el tiempo se detiene mientras nuestras manos se agarran y de un tirón se abrazan.
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